A veces escapamos de
miles de cosas, porque pensamos que es lo mejor, pero algunas veces deberíamos de
afrontar la situación y hacerle frente a lo que sentimos o lo que nos ocurre en
cada momento. No dejamos de ponernos capas, mascaras, caparazones o vete tú a
saber que más cosas con tal de escapar de lo que nos trae de cabeza. No
soltamos lastre, nos dedicamos a huir, a esconder la cabeza bajo el ala, a
escapar de la realidad porque nos hace daño, nos hiere y va minando nuestra
fuerza, nuestra salud, pero sobre todo nuestro corazón empedrado. Quisiéramos
chillar, decir a gritos lo que sentimos pero nos limitamos a apartarnos
esperando el momento más adecuado. Entonces nos movemos, nos trasladamos a otro
camino, al de la quietud, al de la falsa serenidad, al del silencio absurdo. Al
de la cobardía más absoluta. Y dejamos escapar entre los dedos aquello que
tanto anhelamos solo con un gemido gélido y
esperando que nada cambie tanto, como para tener que ponernos otra capa más a cuestas.
Alargamos la congoja, y guardamos nuestra dolencia por causa de un maltrecho
amor anidado en nosotros en un dulce terraplén de locura que desgarra nuestro pecho
cuando le pensamos o le imaginamos en brazos de otra. ¿Que disfraz me pondré hoy cuando le
vea? ¿Que caparazón quizás me esconda? Enmudeceré y seguiré en la sombra.
Isaboa
Isaboa
Tu admirador...
ResponderEliminarDesde la bahia de Santander,entre paseos... releo tus bellos relatos y no quiero dejar de escribirte mi comentario.
Todas nuestras ilusiones jamas se marchitarán si las regamos con fe y con amor.
ISABOA siempre genial, siempre mujer, siempre tú.
Tu admirador...